15.2.07

Nos estamos mudando

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Seguro que tenemos lío por lo menos durante una semana, pero ...

Adelante coleccionistas.

13.2.07

Esto es Nueva York


Nueva York concederá el don de la soledad y el don de la intimidad a cualquiera que esté interesado en obtener tan extrañas recompensas.

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Caperucita en Manhattan




La ciudad de Nueva York siempre aparece muy confusa en los atlas geográficos y al llegar se forma un poco de lío. Está compuesta por diversos distritos, señalados en el mapa callejero con colores diferentes, pero el más conocido de todos es Manhattan, el que impone su ley a los demás y los empequeñece y los deslumbra. Le suele corresponder el color amarillo. Sale en las guías turísticas y en el cine y en las novelas. Mucha gente se cree que Manhattan es Nueva York, cuando simplemente forma parte de Nueva York. Una parte especial, eso sí.

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Memorias de un antisemita


SKUCHNO


Skuchno es una palabra rusa difícil de traducir. Significa algo más que un intenso aburrimiento: un vacío espiritual, un anhelo que atrae como una vorágine imprecisa y vehemente.
Cuando tenía trece años, la "edad del pavo", como la llamaban los maestros de aquel entonces, mis padres ya no sabían que hacer conmigo. Vivíamos entonces en la Bucovina, una región del sudeste europeo que ahora parece casi astronómicamente remota. También lo que aquí relato parece tan lejano, no sólo en el espacio sino en el tiempo, que a veces creo haberlo soñado. Y sin embargo comienza como una historia común y corriente.



Gregor Von Rezzori, Memoiren eines Antisemiten
Traducción del alemán de Juan Villoro
Anagrama, Barcelona 1988

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La campana de cristal




La Campana de Cristal


CAPÍTULO UNO

Era un verano extraño, sofocante, el verano en que electrocutaron a los Rosenberg y yo no sabía qué estaba haciendo en Nueva York. Les tengo manía a las ejecuciones. La idea de ser electrocutada me pone mala, y eso era lo único que se podía leer en los periódicos, titulares que como ojos saltones me miraban fijamente en cada esquina y en cada entrada al Metro, mohosas e invadidas por el olor de los cacahuates. No tenía nada que ver conmigo, pero no podía evitar preguntarme qué se sentiría al ser quemado vivo de la cabeza a los pies.
.....Pensé que debía de ser la cosa más terrible del mundo.
Nueva York, era bastante desagradable. A las nueve de la mañana la falsa frescura campestre que de algún modo rezumaba durante la noche, se evaporaba como la parte final de un dulce sueño. Color gris espejismo en el fondo de sus desfiladeros de granito, las calles tras las capotas de los coches se chamuscaban y brillaban y el polvo seco y ceniciento se metía en los ojos y en la garganta.
.....Seguí oyendo hablar de los Rosenberg por la radio y en la oficina hasta que ya no pude apartarlos de mi mente. Era como la primera vez que vi un cadáver.
.....Durante semanas, la cabeza del cadáver –o lo que quedaba de ella- flotaba entre los huevos con tocino de mi desayuno y detrás del rostro de Buddy Willard, principal responsable en principio de que lo hubiera visto, y no tarde en tener la sensación de llevar conmigo la cabeza del cadáver atada con una cuerda, como una especie de globo negro sin nariz que hediera a vinagre.

La campana de cristal, Sylvia Plath, Traducción de Elena Rius, Editorial pocket edhasa

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12.2.07

LA CASA DE BERNARDA ALBA

Acto primero.

(Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas, o reyes de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.)

(Sale la CRIADA 1ª)

CRIADA
Ya tengo el doble de esas campanas metido entre las sienes.

LA PONCIA
(Sale comiendo chorizo y pan.)
Llevan ya más de dos horas de gori-gori. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En el primer responso se desmayó la Magdalena.

CRIADA
Ésa es la que se queda más sola.

PONCIA
Era la única que quería el padre. ¡Ay! Gracias a Dios que estamos solas un poquito. Yo he venido a comer.

CRIADA
¡Si te viera Bernarda!

PONCIA
¡Quisiera que ahora, como no come ella, que todas nos muriéramos de hambre!¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.
[...]

La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca. El País, Clásicos Españoles.

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Memorias de un amante sarnoso


Hasta cumplir los cuatro años no establecí diferencia alguna entre los sexos. Iba a escribir "entre los dos sexos", pero ahora se dan tantos matices, que si alguien dice "los dos sexos" se expone a que lo amigos le consideren un caduco anacrónico y se pregunten en qué caverna habrá vivido uno en las últimas décadas.



"Memorias de un amante sarnoso". Groucho Marx
Los libros de la Frontera. Barcelona 1974
Traducción de Diego Hernández sobre la 1ª edición inglesa de 1963

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"La Realidad y el Deseo"





Primeras poesías


I

Va la brisa reciente
Por el espacio esbelta,
Y en las hojas cantando
Abre una primavera.

Sobre el límpido abismo
Del cielo se divisan,
Como dichas primeras,
primeras golondrinas.

Tan sólo un árbol turba
la distancia que duerme
Así el fervor alerta
La indolencia presente.

Verdes están las hojas,
El crepúsculo huye,
Anegándose en sombra
Las fugitivas luces

En su paz la ventana
Restituye a diario
Las estrellas, el aire
Y el que estaba soñando.



Luis Cernuda - La Realidad y el Deseo (1924-1962)
Edición de Círculo de Lectores con doce dibujos de Frederic Amat.
Prólogo de Francisco Brines.

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Represalia


13.01, hora de Centroeuropa
Dejad que los niños se acerquen a mí.
Cuando explotó la primera bomba, la onda expansiva arrojó a los niños muertos contra el muro. Se habían asfixiado el día anterior en un sótano. Habían depositado sus cuerpos en el cementerio porque sus padres combatían en el frente y había que buscar primero a las madres. Sólo hallaron a una, pero yacía aplastada bajo los escombros. Así era la represalia.

Gert Ledig

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11.2.07

Ruido de fondo


"Los automóviles -todos de tipo ranchera- llegaron al mediodía a través de la zona oeste del campus. En fila india, rodearon la anaranjada escultura en forma de viga de sección rectangular y avanzaron en dirección a los dormitorios. Concienzudamente aseguradas sobre sus techos, transportaban numerosas maletas llenas de prendas ligeras y ropa de abrigo; junto a ellas podían verse cajas repletas de mantas, botas y zapatos, libros y papel de carta, sábanas, almohadas, edredones, alfombras enrolladas y sacos de dormir, así como bicicletas, esquíes, mochilas, sillas de montar inglesas y vaqueras y botes hinchables. A medida que los vehículos entraban y se detenían, numerosos estudiantes saltaban de sus asientos y se precipitaban hacia las puertas traseras para iniciar la descarga de los objetos apilados en su interior: equipos de música, radios y ordenadores personales; pequeños refigeradores y utensilios de cocina; cajas de discos y de casetes; secadores y rizadores de pelo; raquetas de tenis, balones de fútbol, palos de hockey y de lacrosse, arcos y flechas; sustancias controladas, píldoras y sistemas anticonceptivos; alimentos y chucherías aún no extraídos de sus bolsas: patatas fritas con sabor a ajo y cebolla, nachos, empanadas de crema de cacahuete, Waffelos y Kabooms, caramelos blandos de frutas variadas y palomitas al café, gaseosas Dum-Dum y pastillas de menta Mystic.
Durante los últimos veintiún años he sido testigo de este espectáculo todos los meses de septiembre e invariablemente se trata de un acontecimiento digno de verse. Los estudiantes se saludan unos a otros con cómicos gritos y ademanes que parecen sugerir un estado de intoxicación alcohólica."

Don DeLillo

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Alice's adventures in wonderland


Alice's adventures in wonderland
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Chapter I
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Down the Rabbit-Hole
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Alice was beginning to get very tired of sitting by her sister on the bank, and of having nothing to do: once or twice she had peeped into the book her sister was reading, but it had no pictures or conversations in it, "hand what is the use of a book," thought Alice, "without pictures or conversations?"
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Lewis Carroll

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Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas
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Capítulo I
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Por la madriguera abajo
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Alicia empezaba a cansarse de estar allí sentada con su hermana a orillas del río sin tener nada que hacer. De vez en cuando se asomaba al libro que estaba leyendo su hermana, pero era un libro sin ilustraciones ni diálogos, "y ¿de qué sirve un libro -se preguntaba Alicia- que no tiene diálogos ni dibujos?".
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Versión castellana de
Ramón Buckley
Ilustraciones originales de Sir John Tenniel

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Adán Buenosayres


El pañuelito blanco

que te ofrecí

bordado con mi pelo...


Templada y riente (como lo son las de otoño en la muy graciosa ciudad de Buenos Aires) resplandecía la mañana de aquel veintiocho de abril: las diez acababan de sonar en los relojes, y a esa hora, despierta y gesticulante bajo el sol mañanero, la Gran Capital del Sur era una mazorca de hombres que se disputaban a gritos la posesión del día y de la tierra.


Leopoldo Marechal


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Alicia en el país de las maravillas

Capítulo I - Descenso por la madriguera

Alicia empezaba a estar harta de seguir tanto rato sentada en la orilla, junto a su hermana, sin hacer nada: una o dos veces se había asomado al libro que su hermana estaba leyendo, pero no tenía ilustraciones ni diálogos, "¿y de qué sirve un libro - pensó Alicia - si no tiene ilustraciones ni diálogos?".

Así que estaba considerando (como mejor podía, pues el intenso calor la hacía sentirse muy torpe y adormilada) si la delicia de tejer una guirnalda de margaritas le compensaría de la molestia de incorporarse y recoger las flores, cuando de pronto un Conejo Blanco de ojos rosados pasó velozmente a su lado.


Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas
Traducción de Luis Maristany. Vicens Vives, 1988
Ilustración original de John Tenniel

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Marianela

Se puso el sol. Tras el breve crepúsculo vino tranquila y oscura la noche, en cuyo negro seno murieron poco a poco los últimos rumores de la tierra soñolienta, y el viajero siguió adelante en su camino, apresurando su paso a medida que avanzaba el de la noche. Iba por angosta vereda, de esas que sobre el césped traza el constante pisar de hombres y brutos, y subía sin cansancio por un cerro en cuyas vertientes se alzaban pintorescos grupos de guindos, hayas y robles. (Ya se ve que estamos en el norte de España).

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10.2.07

Peter Pan


Todos los niños del mundo, menos uno, crecen. Y no sólo crecen, sino que en seguida saben que han de crecer. Nuestra Wendy lo supo del modo siguiente:
Cierto día, cuando sólo contaba dos años, estaba jugando en un jardín; arrancó una flor y corrió a llevársela a su madre. Es de suponer que debía de estar encantadora, pues la señora Gentil, poniéndose una mano sobre el corazón, exclamó: "Oh! ¿Por qué no habrías de quedarte así para siempre?" Nada más que esto sucedió entre las dos, pero, desde entonces, Wendy supo que crecería. Se sabe esto siempre después de cumplir los dos años. Los dos años son el principio del fin.

J.M.Barrie. Peter Pan. Juventud.

la ilustración es de Susanne Janssen. Peter Pan. éditions Être, 2005.

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Cien Poemas



2
Existe otro firmamento
Siempre sereno y bello
Y hay otra luz del sol
Aunque esté oscuro allí
Emily Dickinson, Collected Poems
Traducción y notas de Ricardo Jordana y M. Dolores Macarula
Orbis-Fabbri, Barcelona 1997

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La casa de papel


Uno


En la primavera de 1998 Bluma Lennon compró en una librería del Soho un viejo ejemplar de los Poemas, de Emily Dickinson, y al llegar al segundo poema, sobre la primera bocacalle, la atropelló un automóvil.


Carlos María Domínguez

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El curioso incidente del perro a medianoche


Pasaban 7 minutos de la medianoche. El perro estaba tumbado en la hierba, en medio del jardín de la casa de la señora Shears. Tenía los ojos cerrados. Parecía estar corriendo echado, como corren los perros cuando, en sueños, creen que persiguen a un gato. Pero el perro no estaba corriendo o dormido. El perro estaba muerto.

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Seda


Aunque su padre había imaginado para él un brillante porvenir en el ejército, Hervé Joncour había acabado ganándose la vida con una insólita ocupación, tan amable que, por singular ironía, traslucía un vago aire femenino.
Para vivir, Hervé Joncour compraba y vendía gusanos de seda.
Era 1861. Flaubert estaba escribiendo Salammbô, la luz eléctrica era todavía una hipótesis y Abraham Lincoln, al otro lado del océano, estaba combatiendo en una guerra cuyo final no vería.
Hervé Joncour tenía treinta y dos años.
Compraba y vendía.
Gusanos de seda.
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Alessandro Baricco

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Melocotones helados


Existen muchos modos de matar a una persona y escapar sin culpa
Espido Freire

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