6.2.07

Memoria de mis putas tristes


El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Me acordé de Rosa Cabarcas, la dueña de una casa clandestina que solía avisar a sus buenos clientes cuando tenía una novedad disponible. Nunca sucumbí a esa ni a ninguna de sus muchas tentaciones obscenas, pero ella no creía en la pureza de mis principios. También la moral es un asunto de tiempo, decía, con una sonrisa maligna, ya lo verás. Era algo menor que yo, y no sabía de ella desde hacía tantos años que bien podía haber muerto. Pero al primer timbrazo reconocí la voz en el teléfono, y le disparé sin preámbulos:
- Hoy sí.

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2 comentarios:

Blogger dsdmona ha dicho...

Me gustó mucho, mucho...

6/2/07  
Blogger Inspeculum ha dicho...

Qué lindo era cuando, hace muchos, muchos años, García Márquez era solamente un muy buen escritor.
Saludos
A.

7/2/07  

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